Me gustaría comenzar mi reflexión sobre uno de los pilares que para mí destaca en los mensajes de Ken Robinson, “haciendo lo mismo que se hacía antes no se obtienen los mismos resultados”.
¿Por qué se produce esto? Tal y como está investigando la neurociencia en los últimos años y refuerzan estudios publicados entre otros por Fernando Santamaría, hoy los estudiantes aprenden de otra forma, desde el “caos” , el “desorden”, esa desorganización que nos provoca pavor a los que hemos aprendido de otras formas. Hoy las vías más habituales que tienen los alumnos de adquirir conocimiento es a través de la microlectura versus la lectura profunda a la que nosotros estamos más acostumbrados y sobre lo que habitualmente valoramos si un alumno lee o no lee.
El sistema educativo actual fue concebido para una época en la que eran necesarias otras competencias que hiciesen a los alumnos inteligentemente homogéneos para labores repetitivas e industriales. Hoy necesitamos estudiantes que aprendan bajo el paradigma de las competencias del Siglo XXI que les va a exigir la sociedad en la que ellos van a desarrollarse.
El objetivo que se perseguía, realmente se consiguió. Logramos esa homogeneización de la educación, que hoy no permite desarrollarse al diferente… el individuo tiene que formase para esa definición de “triunfo” que entiende y acepta nuestra sociedad actual. Una persona es brillante o no según esos estándares, sin tener en cuenta teorías cognitivas mucho más cercanas a nuestros alumnos de hoy como las propuestas por Howard Gardner donde a cada alumno se le permita desarrollarse según su paleta de inteligencias. Nuestra educación y las propuestas que hacemos en el aula aún no entienden estas diversidades cognitivas.
Incidiendo en este punto, me gustaría incidir en las competencias artísticas y como éstas no solo deben estar en el arte, también debería ser obligatorio fomentar la creatividad, el arte y el buen gusto en las disciplinas científicas. Comenzamos bastante bien en Educación Infantil fomentando el juego, la música, la interacción, incluso la “diversión” y según van promocionando los alumnos en nuestra sistema, todo esto se va perdiendo, incluso en forma de severos castigos cuando en nuestra Secundaria impedimos que los alumnos puedan expresarse ni con su cuerpo, ni con su música, ni con sus expresiones artísticas en el aula, sean las que sean justo cuando en términos de desarrollo personal más necesitan expresarse y individualizarse.
Y cuando nos decidimos a incluir estas metodologías en nuestra actividad docente, llega la evaluación. Armamos proyectos multidisciplinares que incidan en los procedimientos y el hacer más que en el saber, pero acabamos muchas veces de nuevo en evaluaciones conceptuales que hacen que el proceso haya servido para poco. Por eso es importante que cuando pensemos en este tipo de metodologías, combinemos contenidos y procedimientos en proyectos de investigación y hagamos un evaluación completa del proceso, no solo del producto final.
La metodología nos tiene que permitir conocer donde introducir cada elemento sin perder nunca de vista los objetivos que perseguimos y sobre todo el perfil de nuestros alumnos.
Así que para responder a una pregunta como ¿Están implantadas las nuevas metodologías en nuestras aulas? Qué podemos contestar, pues un no rotundo. Todavía los maestros y profesores que han interiorizado estos conceptos son islas en un enorme mar que en muchas ocasiones incluso son torpedeadas por sus compañeros que viven en sus islas de bienestar, con lo que estamos en el principio de un largo camino aunque en congresos de educación y tweets diarios parezca que estas nuevas metodologías están extendidas y a la orden del día.
Es relativamente fácil llegar a un centro educativo e impulsar un proyecto de investigación que ponga en juego todas las destrezas necesarias en ciudadanos del Siglo XXI aunque ese centro no tenga demasiados medios técnicos, de hecho en mi experiencia personal, con pocos medios y muchas ganas se pueden generar proyectos que toquen la línea de flotación del confort en un centro educativo, pero ser o convertirse en un radical libre en un centro es complicado, no por el docente que también, sino por nuestros alumnos.
Podemos generar en los chicos una disonancia cognitiva severa cuando estos proyectos no se llevan de forma integrada por todo el claustro. Esto pasa por ejemplo cuando se intentan implantar metodologías cooperativas en un centro y nos encontramos con uno o varios profesores que no comulgan con esta actividad. Estos agentes generarán muchas dificultades al intentar mantener en la clase su status quo, por ejemplo con un nivel de ruido diferente, señales de silencio diferentes, incluso disposición física diferente, generando mensajes negativos hacia la clase en comportamientos normales que otros docentes están no solo permitiendo sino fomentando, es por ello que son necesarias labores de sensibilización profundas antes de llevar a cabo estos cambios en un centro educativo.
Por último, apuntar que la introducción de metodologías activas generará beneficios adicionales a largo plazo en nuestros alumnos que son difíciles que medir en una evaluación. El alumno a largo plazo va a generar otras habilidades y destrezas a través de otras formas de aprender, expresarse, colaborar, y le va a asentar improntas de seguridad en si mismo, empatía, capacidad de investigación muy positivas para su futuro.